martes, junio 25

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Gaceta Morvoz No.21, año III (25-6-13)

EDITORIAL


A partir de este número, la editorial, brinda pequeños homenajes a cada una de las modelos que han participado con nosotros, todas de manera casi altruista. Chicas de vidas normales: creativas, profesionistas, estudiantes, comerciantes, educadoras, con el común denominador de la belleza.

Hablando de la gaceta. Como puede usted ver, nuestras páginas se hallan repletas de las ideologías más disimiles, pero todas van dirigidas a la maravilla más grande de la creación: disfrutarse sin estar en época de celo. Somos maquinarias completísimas, sorprendentes y únicas, no nos desperdiciemos. Seguimos pensando que el amor es lo único que podrá salvar al mundo.

Modelo: Azul Pagano.


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Fotografías: Éric Marváz.

Modelo: Azul Pagano.











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Desde el alma de Alma Beatríz

Por Beatríz Fernández 



Resbalando por mi hombro el tirante de mi blusa, asomándose discretamente mi inquietud, mi dedo empapado por mi lengua, dibuja el contorno de mi deseo, incitando a tus labios acariciarlos con su tersura, cada fragmento de piel que va saliendo a la claridad, sublime forma de transmitir el amor y enlazar los cuerpos, en perfecto silencio, escuchando sólo el sonido de nuestras respiraciones…

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Nada más bello hay, que sentir las caricias de tus palabras endulzándome el oído, perturbándome la mente y cosquilleándome en mi piel, sólo me basta con leer tu nombre para que de mi boca salga un gran suspiro con la fuerza de la añoranza de tenerte junto a mi…


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El placer es mío

Por Berta Tarbe


Lecturas bertianas


Fotografía: David Vance


"Así es como un hombre se convierte en toro. Comienza por los pies. Los talones se tornan duros y los dedos se dividen allí donde el pie se estrecha. La sangre se acelera, se calienta, arde. El casco se desliza contra mi tobillo, rozándomelo, mientras el ternero velludo siente cómo su sangre galopa. Tu piel se convierte en un cuero duro y suave, los músculos de tus nalgas ondulan alrededor de la cola alzada. Siento cómo tus rodillas se tensan, y tengo que levantarme hacia ti, y luego girar bajo tu peso, arqueándome más arriba para yacer en la cavidad de una vaca blanca, con las rodillas apretadas contra su grupa, mi columna vertebral agitándose contra su vientre de cuero blanco, los músculos brillantes me lanzan hacia arriba, hasta que rodeo tu gran cuello. Tu lomo es recto, luego giboso, tu pecho se aprieta contra mis senos. De este cuero será un tambor. Tu corazón henchido palpita contra mí bajo la piel lubricada. Un hocico presiona, me mordisquea el cuello. Los dientes, cuadrados y grandes, rechinan unos contra otros mientras la bestia me lame el pelo. Me alzo para anclarme, mis brazos apenas pueden abarcar tu recia melena. Tu aliento está lleno de hierba. No tienes manos ni dedos. Alzo las manos y me adelanto con la cabeza enterrada en la maleza; las almohadas se convierten en heno, con las patas contra mis hombros me aprietas sobre el césped. Tengo miedo de abrirme, dejo escapar un mugido temeroso, luego gruño cuando tus flancos insistentes empujan, penetran. Un ramal, un cayado viviente, una raíz oscura y persistente se inserta en mi carne. ¿Qué beberán de la tierra estos miembros salvajes, seducidos por el cielo a tavés de la cola arqueada? ¿Qué sale de la retorcida trenza doble cuando arremetes, embistiendo con un doble fuego girante, como si lo que corre por ti debiera correr también por mí? Cuando el animal se estremece, mis flancos se estremecen bajo el cuero blanco. La joroba de tu espalda se dilata hacia la luna, liberando toda su agua de lluvia. Dentro de mi vientre, las semillas rojas del dios toro se agitan.
En mí, la bestia luna -dios, toro, hombre- piafa inquieta en su corral."

La danza del toro, fragmento.
Deena Metzger.


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Miscelánea de Mesalina

Por Gaby Ouu


Me gusta colarme en tus pensamientos nocturnos... Volverme una imagen onírica que con caricias y besos recorra a tu antojo cada parte de ti que te hace estremecer... Ser la protagonista de las escenas lúbricas que hay en tus sueños... Que esclava de tu imaginación consienta todos tus deseos... Ser tan real en tu fantasía que puedas sentir: mi lengua deslizándose en tu falo erecto de venas inflamadas, mi aroma impregnado en tu piel y en tu cama, el el sabor de mis mieles al beberlas de entre mis piernas, el volumen de mis pechos entre tus manos, el calor y la humedad de mi sexo mientras me penetras... 
Me excita saberme en tu mente, despertar tus pasiones, imaginar la erección que tendrás por la mañana después de poseerme en las quimeras de tu noche...


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Je suis Ale

Por Alexander Zmeckye




           Rouge, moulin, rose, melon d'eau, le sang, la vulve.




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Versos como balas

Por Agathokles


XVIII

Envenenado de madrugada y tejiendo horizontes,
alisando cada recuerdo tuyo para crear la historia,
cada cometido propio genera la extrañez de querer tenerte,
sin duda boca y manos necesito para hallarte,
buscar tu perfume de ciruela, tus labios perlas y silencio,
estás ahí, lo has estado un año completo, todo comienza,
en el lugar donde quiero yacer vivo, tu alma correcta,
tu silueta paradoja, tu tiempo impío, tú única,
busco aristas en que refugiarme de forma clandestina,
espacios en los que me mantenga en pie mirando tus ojos,
señales que me inciten a poseerte de forma perenne,
eres en mi savia carburante y amapola, una sentencia
en la que arriesgado y valiente pretendo morir.

Mañana al amanecer dejare que tu voz eduque mi ansia,
acariciare despacio para no corromper tus pliegues,
me abstendré de carne con tal de acercarme un poco a tu pureza,
serás leyenda, sueño y coloquio de mis penas y clemencias,
te hallaré en Olimpos y Hades como diosa cautiva,
ahí estarás y yo esperando, me enseñarás también a volar,
a mantenerme leve y sigiloso en cada estrella y cada beso.
palideceré completo y puro ante tu cruz,
antes de volar escribiré tu nombre en mi alma
para poder encontrarte siempre.


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Pepe Patiño.


¡Cómo olvidar que tu amor ya no era mío! ¡Que el camino recorrido juntos llegó a su fin! Sin embargo aquí estabas hoy, entregándome las llaves que unían nuestro destino, con tu figura alta y delgada entallada en esos jeans que resaltaban tus bellas nalgas y amplias caderas, tu blusa rosa que escondía tus firmes y juveniles senos que tanto aprecié, tus ojos grandes y obscuros igual que tu cabello en el cual perdía mis sentidos.
¡Imposible no desearte por última vez! Respirar tu aliento besándote hasta la locura mientras mis manos recorren ansiosas tu cuerpo, nada mejor que desnudarte y mordisquear cada poro de tu piel, perderme en el deleite de las mieles que emanan de ti, chupar, lamer y saborear tu sexo palpitante mientras rodeas mi cuello con tus manos, jalándome, tallándome con desesperación en tu abertura de placer hasta que explotas en un húmedo orgasmo. Despiertas en mí una lujuria incontenible, solo quiero cabalgarte hasta el fin del mundo con tus piernas en mis hombros, nos revolcamos como siempre por cada rincón del hogar, explorando los muebles y las posturas dictadas por el instinto, terminando ahogados en sudor, fluidos y el caos final de tan cálida experiencia, pero... eso no sucedió hoy, tu presencia es para decirme adiós, para irte de mi vida para siempre, ¡te imploro no te vayas! Pero tu decisión está tomada y sales por la puerta para no volver jamás...

Pepe Patiño.

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Otros demonios


Al día siguiente de este episodio, Marianne repitió su actitud de exaltada adoración, su éxtasis ante la belleza de aquel sexo. De nuevo se arrodilló y oró ante el extraño falo que sólo reclamaba admiración.
Lo lamió otra vez, provocando desde el sexo estremecimientos de placer; volvió a besarlo, encerrándolo entre sus labios como un maravilloso fruto, y de nuevo él tembló. Entonces, para sorpresa de Marianne, una minúscula gota de una sustancia blanca, lechosa y salada, la procursora del deseo, se disolvió en su boca, por lo que acrecentó la presión y aceleró los movimientos de la lengua.
Cuando vio que se derretía de placer, se detuvo, intuyendo que, tal vez, si se apartaba entonces, él haría algún gesto para consumar el acto. Al principio, no hizo ningún movimiento. Su sexo se estremecía, y se le veía atormentado por el deseo. Pero luego, para sorpresa de Marianne, se llevó la mano al miembro, como si fuera a satisfacerse a sí mismo.
Marianne cayó en la desesperación. Apartó la mano del hombre, tomó su sexo en la boca de nuevo, rodeó sus órganos con sus dos manos, y le acarició y succionó hasta provocarle el orgasmo.
Él se inclinó, agradecido y tierno, y murmuró: –Eres la primera mujer, la primera mujer, la primera mujer...

Marianne, Fragmento.
Anaïs Nin




Fotografías: Álvaro Villarrubia

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Casa de citas







                             Casa de mala nota


“Creo que el sexo es una cosa hermosa entre dos personas. Entre cinco, ya es fantástica.”

(Woody Allen)


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